A lo largo de la vida se van sucediendo acontecimientos, retos y obstáculos que debemos o queremos superar. Y, dependiendo de la tesitura, tenemos éxito o fracasamos. Pero no todas las situaciones son iguales, y hay éxitos que nos marcan notablemente. Para esos momentos existe un manera de representar la consecución de los logros: los tatuajes de la rosa de Borneo.
También denominada roseta de Borneo, estrella de Borneo o flor de la paciencia, es un símbolo prodecente de la isla homónima, la isla de Borneo.
Esta rosa está compuesta de ocho pétalos y una espiral situada en el centro. Los pétalos representan los ocho grados de paciencia según las creencias de la isla de Borneo y la espiral representa la vida.
No obstante, la superación de una meta no es el único simbolismo de esta flor. También representa el coraje, la valentía y la protección, ya que quienes la portaban eran los guerreros Dayak, cuya historia se lee unas líneas más abajo.
Las posibilidades para tatuarse este símbolo son variadas: puede aparecer la rosa sola, con algún complemento, completamente negra (salvo la espiral) o sólo el contorno. Pero en lo que este tipo de tatuajes no difiere mucho es en el lugar en que se encuentran: los hombros.
Sin embargo, no debemos demostrar que nos merecemos este tatuaje como se hacía en su origen. Históricamente, los guerreros Dayak cortaban la cabeza a sus enemigos como forma de demostrar que merecían llevar esta imagen en sus cuerpo. Hoy en día, una cabeza no sería una buena tarjeta de presentación.
La flor de la paciencia es un símbolo creado específicamente para portar en la piel. El hecho de tatuársela traslada todas las bonitas creencias relacionadas con ella que existen en esta isla de Malasia.
Como siempre, es posible que muchos se tatúen esta flor por simple diseño, belleza, sin pensar en la simbología que lleva a un lado. Siempre he sido defensora de la posibilidad de tatuarse diseños bonitos sin ningún motivo concreto, pero nunca está de más conocer la historia que hay detrás del origen de cada diseño, ¿no crees?