Después de haber escrito sobre los problemas de salud que pueden dar los piercings y marearme viendo fotos de infecciones, pústulas y bultos varios he decidido dedicarle varias entradas a los profesionales que se enfrentan día a día con todo eso y nos curan (o por lo menos lo intentan): los médicos.
En esta primera entrada Tatuantes entertainment se complace en presentar en exclusiva para todos nuestros lectores y en particular al médico aquel que me trató hace años y que todavía conservo en el corazón (o en el sitio de la anatomía donde se guardan a los iconos sexuales):
Juguemos a los médicos
¡Qué niño no ha jugado a los médicos!, ¿eh? ¿Qué niño no ha oscultado a su primo/a del pueblo a ver qué era eso que estaba allí al lado de lo otro?. ¡Que levante la mano!¿Tú no? Criaturica. Lo que te has perdido.
Uno no sabe muy bien por qué, ya que los primeros encontronazos con los médicos fueron la cara de mala leche de la matrona, dos ostias bien dadas en la espalda por el que asistió en el parto para que rompiéramos a llorar y las vacunas de rigor con una aguja más grande que nuestro brazo.
Pero algo de masoca debemos tener dentro porque hay que ver lo que nos ponen en nuestros sueños húmedos las enfermeras con su faldita corta y su cofia y los médicos con su estetoscopio y su «túmbese boca abajo que voy a ponerle la inyección».
Si no, ¿por qué ese éxito de series como Urgencias, House o Anatomía de Grey? Que ya pueden estar operando a un tipo a torax abierto que la gente sólo piensa «como te pille en el cuarto de escobas te enseño yo lo que es echar los pulmones por la boca».
El mundo del tatuaje no es una excepción y son muchos los tatos de doctores (enfermeras cachondas sobre todo) especialmente en estilo old y new school, realista y zombie.
Somos unos cochinotes.